La anécdota
El pequeño pueblo de Tresviso, ubicado en el macizo oriental de Picos de Europa y a 900 metros de altitud, apenas está poblado por 20-25 personas durante todo el año. Sus accesos, desde la localidad asturiana de Arenas de Cabrales, aunque el municipio forme parte de la comarca de Liébana, y la distancia, lo convierten en un ejemplo de aislamiento. Sin embargo, sus encantos naturales y, sobre todo, el queso, son factores que explican por qué Tresviso no ha entrado en el bucle de la despoblación.
El topónimo de Tresviso es, por derecho propio, sinónimo de queso picón. Y no de ahora, porque aquí, en todas las casas, se hacía queso para consumo propio; hay referencias que se remontan al siglo XVII.
Ahora solo Javier Campo desarrolla un proyecto artesanal-empresarial, al que se ha sumado su hijo César tras concluir los estudios universitarios (Ciencias Económicas), que combina la tradición y los conocimientos técnicos con el fin de conseguir quesos excelentes. «En nuestro caso buscamos la calidad y no la cantidad», indica Javier, quien pone también énfasis en que «intentamos que la empresa tenga valor añadido y futuro».